Palabras Presentadas por Javier Sicilia en Diálogos de Paz con los candidatos y la candidata a la Presidencia de la República en el castillo de Chapultepec
Buenas días señora Josefina Vázquez Mota; señor Enrique Peña Nieto; señor Andrés Manuel López Obrador; señor Gabriel Quadri; buenos días hermanos y hermanas del MPJD; buenos días a la ciudadanía herida de esta nación. Muchas gracias por asistir a nuestra convocatoria.
Antes de empezar a dar nuestra palabra, quiero, como siempre, leer unos versos; esta vez de Piedra de sol de Octavio Paz: “[…] el mundo nace cuando dos se besan,/ […] y las leyes comidas de ratones,/ las rejas de los bancos y las cárceles,/ las rejas de papel, las alambradas,/ los timbres y las púas y los pinchos,/ el sermón monocorde de las armas, […]/ el burro pedagogo, el cocodrilo/ metido a redentor, padre de pueblos,/ el Jefe, el tiburón, el arquitecto/ del porvenir, el cerdo uniformado,/ el hijo predilecto de la Iglesia/ que se lava la negra dentadura/ con el agua bendita y toma clases/ de inglés y democracia, las paredes/ invisibles, las máscaras podridas/ que dividen al hombre de los hombres,/ al hombre de sí mismo, se derrumban/ por un instante inmenso y vislumbramos/ nuestra unidad perdida, el desamparo/ que es ser hombres, la gloria que es ser hombres/ y compartir el pan, el sol, la muerte,/ el olvidado asombro de estar vivos/ […]”
Porque esta nación no termina de encontrar su camino, porque, como dicen esos versos de Paz, ha estado tomada en muchos sectores por la hipocresía, el cinismo y la delincuencia que tienen herido el corazón de la nación y hecho pedazos el cuerpo de la patria, y por nuestros muertos y desaparecidos, que son el rostro sin fin de esa herida, pedimos a todos un minuto de silencio.
Hace más de un año, permítanme recordarlo, porque el Alzheimer social y político en México es muy grave, el 28 de marzo de 2011, a raíz del asesinato de mi hijo Juan Francisco y de sus amigos, Luis, Julio, Gabo, y otras tres personas más, pronunciamos por vez primera “Estamos hasta la madre”, que se convirtió en la voz de miles. La exclamación fue acompañada días después por una carta con ese mismo título publicada en Proceso. Parte de ella y de ese “Estamos hasta la madre” estaba y continúa estando dirigido a ustedes, los políticos; la otra parte, a los criminales. Días después, el 8 de mayo, después de la larga marcha de cuatro días de Cuernavaca al DF, en la Plaza de la Constitución, leímos un discurso y propusimos seis puntos como el mínimo suelo que necesita la nación para salvar su dignidad, y sobre los que hablaremos en la segunda parte de este encuentro. En ese discurso, dirigido a todos, les dijimos particularmente a ustedes “que no (aceptaríamos) más una elección si antes los partidos políticos no (limpiaban) sus filas de esos que, enmascarados en la legalidad, están coludidos con el crimen y tienen al Estado cooptado e impotente”. Les pedimos también a los Legisladores una Reforma Política amplia que incluyera revocación de mandato, referéndum, consulta e iniciativa ciudadana, plebiscito, voto blanco, candidaturas ciudadanas, reelección y limitación del fuero, e hiciera así más participativa la vida democrática. Les pedimos también una agenda de unidad que nos permitiera salvar la emergencia nacional en la que esta guerra contra las drogas y la corrupción de las instituciones nos ha sumido, y les advertimos que de empeñarse en su ceguera, las instituciones no sólo “se (convertirían) en lo que ya empiezan a ser, instituciones vacías de sentido y de dignidad, sino que las elecciones de 2012 (serían) las de la ignominia, una ignominia que (haría) más profundas las fosas en donde, como en Tamaulipas, están enterrando la vida del país”.
No hicieron ninguna limpieza honorable de sus filas, nos negaron la Reforma Política y nos han llevado a estas elecciones ignominiosas que han hecho salir a miles de jóvenes a las calles para encontrar el camino que ustedes cancelaron. Lejos de construir la unidad nacional sobre la que tanto hemos insistido, sus campañas electorales parecen la continuación de la violencia que nos azota por otros medios, una violencia que ahonda la fractura de la patria y de las fosas en donde en nombre del poder, de la soberbia y del éxito que debe obtenerse por cualquier medio y a cualquier precio, se empeñan en enterrar la vida de la nación. Aquí, señora Vázquez Mota, señor Peña Nieto, señor López Obrador, señor Quadri, hay víctimas que hablarán después de mí y que son el engendro del pudrimiento de las instituciones, de la represión de sus partidos y del crimen organizado. Mientras estas
víctimas no han recibido un gramo de justicia ni de reparación a sus daños, mientras la marcha macabra de los señores de la muerte avanza en los territorios gobernados por sus partidos y los desaparecidos, los desmembrados, los descabezados, los levantados, aumentan; mientras la ciudadanía vive en la indefensión, ustedes y sus partidos gastan en campañas millonarias –la suya, señor Peña Nieto, es verdaderamente desvergonzada— y en demagogia.
Ni para ustedes ni para sus partidos existen los casi 60 mil muertos, los más de 20 mil desaparecidos, los cientos de miles de deplazados, heridos y perseguidos, y las deceneas de miles de viudas y huérfanos que esta imbécil guerra contra las drogas nos está costando y cuyo número aumenta día con día; no existe nuestro sufrimiento; no existen tampoco las desapariciones y los asesinatos de los migrantes que llegan o pasan por nuestro territorio –no hubo una sola mención a ellos por parte suya en el debate en donde entre las mutuas acusaciones, la ocurrencia de la demagogia, y la edecán, ustedes sólo dieron el espectáculo de la frivolidad y de la lejanía que tienen frente a la nación–. Para ustedes, por lo tanto, no existen la emergencia nacional ni las miles de zonas tomadas por el crimen organizado ni los funcionarios de sus partidos coludidos con él ni el problema de la guerra. Se han contentado simplemente con hablar de la inseguridad, de acusar de corruptos a los otros partidos, y de proponernos enfrentar la inseguridad con más violencia. No han expresado ningún camino humano y a corto plazo para construir esa paz que tanto anhelamos y sin la cual las elecciones son sólo una simulación; no han siquiera pedido perdón a los ciudadanos y a los migrantes centroamericanos por estas desgracias de las que sus partidos y sus gobiernos son tan responsables como el gobierno federal. Ustedes, como el Presidente Calderón y los demás candidatos y partidos, parecen tener sólo imaginación para la violencia, la disputa, o las vaguedades retóricas. Continúan negándose a escuchar el corazón herido de la patria.
Esta herida que, a pesar de todo lo que hacen y dicen para no verla ni asumirla en su profunda gravedad, no pueden borrar, los increpa hoy y les pregunta. ¿Díganos, cómo con mayorías relativas –porque de ganar sólo ganarán con ellas– piensan gobernar y sanar en su emergencia nacional a está patria desmembrada? ¿Son ustedes tan soberbios para creer que en estas condiciones de emergencia nacional se puede gobernar sin la unidad de la nación? ¿Cómo harán, si ganan, para crearla y no convertirse en un nuevo administrador de la desgracia del país? ¿Cuál es su propuesta de paz, más allá de programas reconstructivos a largo plazo? ¿Qué propone para crear los instrumentos que permitan a la Ley General de Víctimas, recientemente aprobada, sin que el presidente se haya dignado a promulgarla, hacerse una realidad para ellas? ¿Cuál es su posición frente al asunto de las drogas y su propuesta para dejarlas de ver como un problema de seguridad nacional y enfrentarlas como un asunto de salud pública que ponga fin a esta guerra perdida. ¿Cómo, por lo tanto, van a generar una política que no nos subordine a la estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos? ¿Qué tiene que decirle a las víctimas de su partido que hoy están aquí frente a usted?
Para muchos, usted, señora Vázquez Mota, significa la continuidad de una política que nos ha sumido en el horror, la miseria y el despojo, el señalamiento duro a las corrupciones de los otros partidos, pero la incapacidad autocrìtica para ver las del suyo y la protección o la simulación frente a delincuentes o malos funcionarios de su partido que ocupan y ocuparon cargos políticos, incluso de Estado. Usted representa a un partido que nos debe la transición y que se ha corrompido a grados ignominiosos con el poder. Usted representa un partido que después de doce años deja como una de sus herencias un inmenso camposanto como patria.
Para muchos, señor Peña Nieto, usted representa el regreso al pasado, es decir, el regreso al origen de la corrupción de las instituciones que hoy se desborda por todas partes y cuyo rostro no es sólo la violencia, el dolor, la corrupción, la impunidad y la guerra, sino la imposición de la presidencia imperial, el uso patrimonialista de la nación y la represión – Atenco, la respuesta descalificadora a los muchachos de la Ibero, la manipulación mediática frente a sus legitimas protestas, son sus señales más claras. Representa también el voto corrompido, el voto comprado, el voto no ciudadano, el de la miseria moral y el de la arrogancia y los intereses de los monopolios de la comunicación. Hoy está aquí presente el escritor Germás Dehesa que hasta el último día de su vida, como un signo de ética ciudadana, contó las noches que se acumulaban cargadas de los agravios de la fraudulenta gestión del exgobernador Arturo Montiel.
Para muchos, usted, señor López Obrador, significa la intolerancia, la sordera, la confrontación –en contra de lo que pregona su República Amorosa– con aquellos que no se le parecen o no comparten sus opiniones; significa el resentimiento político, la revancha, sin matices, contra lo que fueron las elecciones del 2006, el mesianismo y la incapacidad autocrítica para señalar y castigar las corrupciones de muchos miembros de su partido que incluso, contra la mejor tradición de la izquierda mexicana, no han dejado de golpear a las comunidades indígenas de Chiapas y de Michoacán o a los estudiantes Guerrero. Significa también la red de componendas locales con dirigentes que años atrás reprimieron a quienes buscaban un camino democrático, el señor Bartlet es sólo la punta del iceberg.
Para muchos usted, señor Quadri, significa la usurpación de las candidaturas ciudadanas –que nos negaron junto con la Reforma Política—, la arrogancia y una doble moral que pretende reivindicar el liberalismo y criticar los monopolios mientras usted sostiene su campaña apoyado en la mafia de una cacique que representa lo peor de nuestra clase polìtica, y en el poder de un sindicato corrupto que tiene secuestrada la educación de la patria, que usa a nuestros niños para el chantaje de más canonjías y posee una fortuna que, fruto de la corrupción nos ofende y nos indigna a todos.
La democracia en su sentido real, no es el voto ni las elecciones libres –aunque la apoyen–, no es una cuestión de administraciones institucionales ni de arreglos entre ellas y sus consejos especializados llamados partidos, cámaras y secretarías, mucho menos el libre mercado, es la dignidad de una nación que sólo aparece allí donde se generan relaciones de confianza y de apoyo mutuo más allá de cualquier interés de poder o de dinero ¿Cómo piensan darle vida a una democracia que sus partidos, la inoperancia del Estado que niega y reprime todo lo que no puede controlar, la criminalidad y los diversos y oscuros intereses del poder y del dinero nos han arrancado?
Estamos, como lo dijimos hace más de un año, no sólo en la misma “encrucijada sin salidas fáciles”, sino ante un proceso electoral atrapado en un callejón sin salidas. Ustedes saben que gane quien gane estas elecciones tendrán que enfrentarse a un suelo y a un tejido social destrozados que ustedes con sus divisiones, sus interes, sus pleitos, no están ayudando a rehacer sino a desgarrar más. Hoy parece que las urnas electorales no alcanzarán para responder a los sueños rotos de la patria. Nosotros, sin embargo, no hemos dejado de insistir en una unidad nacional. No hemos venido aquí, por lo tanto, a apoyar a ninguno de ustedes, sino a emplazarlos, como ya lo hicimos aquel 8 de mayo de 2011, a construir, permítanme reiterarlo una vez más, “una unidad nacional que le permita a la nación rehacer su suelo. ¿Cómo pueden ustedes, más allá de sus intereses de partido, cooperar con esa voz que nosotros hemos escuchado en nuestro peregrinar por toda la república, esa voz que los universitarios hacen oir en las calles y en las redes sociales, y que hemos escuchado en español, náhuatl, purépecha, tseltal o wirrárika, lo mismo en Acteal que en Ciudad Juárez, esa voz que exige democracia, paz, justicia y dignidad?
Además opinamos que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés y el etcétera, etcétera, que nos deben a los mexicanos.
México D.F., 28 de mayo de 2012.