Discurso a 11 años del surgimiento del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
No sabemos qué decir
Ya nadie nos amasa con tierra y con arcilla
nadie despierta nuestro polvo con su aliento
nadie
Paul Celan
Después de 11 años no sabemos ya qué decir. A lo largo de este tiempo hemos hablado alto, denunciando la violencia y la barbarie de una clase política coludida con el crimen organizado. Hemos caminado el país entero y la franja este de los Estados Unidos dando voz a las víctimas. Hemos hablado con Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Hemos hecho, con la colaboración de expertos nacionales y extranjeros, propuestas para hacer una seria y verdadera política de verdad y justicia que nos conduzca a la seguridad y a la paz que el país perdió. Hemos llamado a una amplia articulación social con las mujeres, los pueblos originarios y los muchos otros pilares de la dignidad y la resistencia en el país.
La respuesta de cada uno de esos gobiernos, con sus particulares maneras, ha sido la misma: la simulación, la impunidad, el desprecio y la traición que a lo largo de estos 11 largos años se mide con el sufrimiento de más de 350 mil de nuestros hijos e hijas asesinadas, más de 100 mil de ellas y ellos desaparecidos; más de 4 mil fosas clandestinas descubiertas; se mide con decenas de miles de cuerpos sin identificar apilados en los Semefos y en tráileres, con regiones enteras tomadas por la violencia, con cientos de miles de desplazados, con incontables madres y padres que con su dolor a cuestas no dejan de rascar la tierra en busca de sus hijos. Frente al infinito hundimiento en el que vivimos, no sabemos ya qué decir. Asistimos no sólo a la degradación moral de México, sino junto con ello al fracaso del lenguaje. Después de 11 años de hablar, de escuchar, de señalar, de proponer, debemos reconocer con horror que la palabra no sólo ha sido incapaz de fundar los sentidos civilizatorios que hacen que una nación sea una casa, sino también incapaz de dar cuenta del sufrimiento humano y el avance del salvajismo.
Cuando el lenguaje de nuestros políticos se contamina cada vez más de oscuridad e idiotez; cuando las mentiras se repiten un día tras otro y no hay crueldad, por más abyecta que sea, que no encuentre en sus palabras disculpa; cuando la prensa a lo largo de 11 años ha tratado y continúa tratando la muerte y el sufrimiento como meras notas rojas que conviven sin vergüenza alguna con la frivolidad del momento y la banalidad del mercado; cuando las redes sociales, contaminadas del lenguaje soez y primitivo de los sicarios, se transforman en destazaderos humanos; cuando lo importante es la última pendejada de López Obrador y todo se transforma en una pugna por la administración del infierno; cuando creemos que hay democracia en un país ensangrentado; cuando las luchas feministas, las de los indígenas y las de nosotras las víctimas, se dividen en agendas y no somos capaces de unirlas en una voz y una gran movilización para detener los feminicidios, los asesinatos, las desapariciones, las masacres y los asedios a los pueblos originarios; cuando crímenes atroces como el de los 43 de Ayotzinapa se usan como moneda política; cuando todos hablamos de ética, pero somos incapaces de dialogar entre nosotros para fundarla; cuando las leyes se malversan para la venganza y la persecución política; y cuando los seres humanos asesinados o desaparecidos en el gobierno de López Obrador no importan porque son los muertos de un dios, de una bestia sagrada, de una transformación; cuando diario se tiene la responsabilidad de señalar el carácter monstruoso e imbécil de una época que se volvió connivente de sus taras más espantosas, no sabemos ya qué decir.
Hoy, en este decimoprimer aniversario del Movimiento Por la Paz con Justicia y Dignidad, no tenemos ya qué decir. Nuestra palabra es el silencio, pero un silencio terrible, un grito mudo como el que proferí hace 11 años cuando me anunciaron el asesinato de mi hijo y de sus amigos, como el que a lo largo de estos 11 años hemos escuchado salir de cada víctima frente al asesinato o la desaparición de los suyos y el desprecio de los gobiernos; un grito mudo como el relincho del caballo del Guernica de Picasso, como el del cuadro de Edvard Munch que hace vibrar el paisaje de dolor, como el de Abel asesinado con una quijada de asno por su hermano, como el de Cristo antes de expirar; un grito mudo que chilla y chilla a lo largo de las épocas más miserables de nuestra historia como una lamentación por nuestra inhumanidad y una profunda y dolorosa reprobación a la miseria de un país que se hunde en la degradación moral, el horror y el caos.
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
Carlos Vazquez | Mar 29, 2022 at 2:29 pm
Mucha o peor, muchisima gente solo se ha movido, se mueve y se movera hasta que le toquen lo que les duele. ‘Su’ dinero, sus propiedades, sus amigos, sus familiares, su orgullo, sus sentimientos.
Ahora estan ocupados en sus prioridades. O las que el mercado indique que tienen que ver.
Elena Sosa | Mar 29, 2022 at 2:40 pm
Me lleno de dolor por todo lo sucedido en nuestro hermoso país que cada vez está siendo destruido por el ser humano, me duele mucho el sufrimiento de todos aquellos que perdieron a sus hijos en éste país tan inseguro, me duele ver qué nuestros gobernantes solo ven por sus intereses, me duele todo lo que vivimos, Dios te pido que sanes nuestra tierra y les des sabiduría a los que no saben dirigir un pueblo, sana nuestro corazón de tanto dolor y quita toda maldad que existe en el ser humano de todo el mundo!!! PAZ Y JUSTICIA DIGNA