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Carta de renuncia de Javier Sicilia a la UAEM
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Comunicados

Carta de renuncia de Javier Sicilia a la UAEM

  |   Comunicados   |   4 Comments

Cuernavaca, Morelos, 21 de mayo 2018

 

Gustavo Urquiza Beltrán

Rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos

PRESENTE

Me habría gustado iniciar esta carta de renuncia con la palabra estimado rector o, aún mejor, con la palabra querido. Pero esas palabras (estimado, querido y rector), son epítetos que se ganan. Son fruto de la autoridad –cuyo sentido es aumentar, promover, hacer crecer, una cualidad de orden moral– y no del poder (dominar), sobre todo del que se logra, como es tu caso, por motivos clientelares: eras, de la terna que había en la mesa, no el más capaz –en el sentido de capacidad para ejercer un gobierno; aunque en el fondo ninguno la tenía en estricto sentido–, sino, por tu temperamento bonachón, el más cómodo, el más manipulable, el menos independiente, el más burócrata (disculpa las distinciones etimológicas, pero es evidente que la instrucción universitaria, como ya lo había mostrado Iván Illich, comienza a producir burócratas e ignorantes, es decir, gente que sabe mucho de poco –la especialización– y poco de mucho –la compleja realidad–, y porque, en consecuencia, estas distinciones son necesarias para que tú y tu equipo puedan entender lo que voy a decir). 

Todo ser humano, Gustavo, merece respeto, deferencia, sentido de la alteridad; mucho más cuando en el orden de una institución que se funda en estructuras jerárquicas, ese ser humano es, por el puesto que ejerció y por su trayectoria al servicio del saber y del país, alguien que merece, por parte de quien está en la representación de la institución, una deferencia más precisa.

En mi caso –porque es de mi caso del que se trata en esta carta–, yo fui, como tú, Secretario en la pasada administración; tengo, además, en el orden de la literatura, del pensamiento social, político, espiritual y del activismo contra la violencia que tiene sumido al país en el horror (un activismo que no elegí, pero que dignamente asumí cuando las circunstancias de inseguridad y de corrupción del Estado asesinaron a Juan Francisco, mi hijo, y continúa asesinando a cientos de miles de personas) una trayectoria, un reconocimiento y una dignidad moral que merecían, cuando llegaste a la rectoría, que me llamaras para dialogar y acordar mi posición y mi relación dentro de la universidad. Lejos de ello, tu actitud hacia mí no ha sido la de una autoridad, no la de un rector que tiene a su cargo el buen gobierno de una institución universitaria, no la de un académico con su par, sino la de un hombre timorato sin ningún sentido de las relaciones humanas y políticas. 

Como en “La casa tomada” –una alegoría de la violencia y la barbarie de la juntas militares– de Julio Cortázar –te recuerdo que es uno de los grandes escritores latinoamericanos–, un día, sin protocolo alguno, me quitaron al venado Alan Muciño –a quien me habían asignado para cuidarme de las amenazas que había recibido por parte del Gobierno–, otro día, también sin protocolo alguno, me despojaron del automóvil que se me había asignado para atender mis funciones como Secretario de Extensión y luego como Coordinador de Comunicación Universitaria–, otro día más, sin procedimiento administrativo alguno, me pidieron la entrega de la Coordinación, al grado que tuve que exigir que cada una de esas entregas, a la que la nueva administración tenía derecho, se hiciera con los protocolos correspondientes. Luego, sin mediación alguna, sin que hubiera de por medio una renuncia de mi parte –tú no me la pediste, como  era tu obligación, en ese encuentro y ese diálogo al que nunca me convocaste, como también era tu obligación–, y desconociendo el contrato que el anterior rector –es decir el representante en ese entonces de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM)– y yo firmamos en diciembre del año pasado, en el que se me otorgaba, por mi trayectoria y mis méritos, la categoría de Profesor Investigador de Tiempo Completo Titular C y Coordinador de Estudios de la Complejidad, adscrito al Programa Universitario de Estudios de la Complejidad y Formación Ciudadana (PUECC), me bajaste arbitrariamente el salario, y no has tenido a bien tener un diálogo conmigo al respecto, a pesar de que te he buscado.

Poco tiempo después, el 13 de marzo –lee el pronunciamiento público que hice al respecto el 28 de ese mes y por el cual no he recibido ninguna respuesta–  cuando el PUECC hizo un foro sobre un tema de política pública –temas sobre los que pediste a su director trabajar–: La Ley de Seguridad Interior y Democracia, al cual invitamos a Jan Jarab, el representante del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos y a otras personalidades, no sólo no te presentaste ni cumpliste con la invitación a comer que les habías hecho llegar a través del Director del PUECC, sino que permitiste un clima de linchamiento a mi persona, a la del ex rector y a la de su esposa y de intromisión del líder sindical de los maestros –un hombre cuya ignorancia es proverbial y cuya tarea debe circunscribirse a asuntos laborales– en la libertad de expresión y de pensamiento que tendría que ser uno de los distintivos del espíritu universitario. Para colmo, y después de las declaraciones de ese líder que se arrogó la paternidad del acto deleznable, tu rectoría, mediante tu Secretaria General, declaró que aquello había sido una opinión. Con ello la universidad, la casa del pensamiento, elevó la violencia, el clima de linchamiento y los actos porriles a una opinión. Vaya concepto que tienen de la excelencia y de la vida universitaria. Si un rector y una universidad pueden avalar esos actos, el país ya no tiene ninguna salida hacia la civilidad.

Sabes cómo se llama todo eso, Gustavo, además de ignorancia, pequeñez y abyección (no te estoy insultando, simplemente estoy definiendo una conducta), se llama terrorismo laboral, una forma en la que la gente sin legitimidad (la cualidad moral de la ley) ejerce el poder cuando llega a un puesto de gobierno, se llama, en lenguaje moral, prepotencia –terrorismo y prepotencia, en tu caso, hijos de la cobardía–; se llama también, en lenguaje jurídico, delito; una forma de “gobernar” que se ha convertido en costumbre en nuestro país y lo tiene destrozado.

Con todo eso podía haber demandado a la universidad. Un acto de justicia. Pero no mi interesa demandar a una institución que a fuerza de corrupción y clientelismo se ha miserabilizado. La miseria en la que viven y que los lleva a este tipo de actos abyectos y otros peores, la miseria que es capaz de humillar su dignidad por una reingeniería hecha con criterios burocráticos y por un rescate financiero que no resolverá sus abyecciones, sólo merece el desprecio.   

Sé que soy un personaje incómodo para quienes actúan de manera inmoral; sé, por lo mismo, que soy un hombre cuyo trabajo (le di sentido y dignidad a la Extensión Universitaria, extendiendo parte de su saber a la sociedad y poniéndolo al servicio de las víctimas, de los pueblos de Morelos y de la reflexión profunda sobre temas sociales, políticos, culturales y éticos) está más allá de la mediocridad, el clientelismo y el provincianismo de ustedes. Eso ha molestado a los miserables que han querido responsabilizarme mediante rumores y suciedades de sus propio desastre –un desastre que estaba ya anunciado cuando hace más de diez años fui Director de Difusión Cultural de la UAEM y que finalmente los alcanzó–. Yo, te recuerdo, no construí la relación clientelar que permitió noventa días de aguinaldo, no hice la cláusula en la que la UAEM se compromete a pagar becas  a los hijos de académicos y personas que dependan de ellos en escuelas privadas incorporadas a la UAEM, no hice el sistema de pensiones y jubilaciones; no soy responsable de los abusos a las dignas conquistas laborales, cuyos costos han sido muy altos para todos los universitarios; no soy responsable de la estafa maestra, cuyo artífice en la UAEM es ahora el Subsecretario de Educación Media Superior y Superior del gobierno de Graco Ramírez; no soy siquiera responsable del préstamo del banco que fue aprobado por el Consejo Universitario y del cual perversamente acusan como único responsable al anterior rector; ese préstamo, por lo demás, no es nada en relación con la deuda histórica que arrastra la UAEM y que ahora la tiene en quiebra. Tampoco soy responsable del salario que percibí, el cual era igual al tuyo cuando fuiste Secretario Académico y al de cualquier otro Secretario; yo no hice la política salarial de la UAEM y no recibí más dinero del que esa política establece. No pertenecí a ninguna “nomina dorada”, una nómina que, tú lo reiteraste públicamente, nunca existió y que inventó el rumor de los imbéciles.

Soy, en cambio, responsable de haber intentado reformar a la UAEM, de haber defendido la autonomía universitaria de un gobernador y de una clase política corrupta y antidemocrática, que tú, sometido a los intereses más siniestros de los sindicatos universitarios y de un gobernador corrompido, estás entregando indignamente; soy responsable de haber abierto con las autoridades de la federación las fosas de Tetelcingo y de Jojutla, fosas que ponen al descubierto crímenes de Estado y cuya intervención generó un modelo de trabajo para la búsqueda de desaparecidos que ha sido elogiada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas y por la Suprema Corte de Justicia; dicho trabajo, realizado por los expertos del PUECC –cuya presentación, programada para los días 16 y 17 de mayo, cancelaste sometiéndote a los chantajes de un gobernador corrupto y criminal– está en vías de volverse una política de Estado. Soy responsable también de que a través de ese trabajo y de mi trabajo en Extensión, mediante foros internacionales y publicaciones fundamentales, la UAEM tenga una presencia nacional. Soy responsable de haber formado un equipo de primer nivel en temas sociales, culturales y de coyuntura nacional e internacional (que desde hace tiempo forma parte del PUECC y que espero no toquen; el PUECC es una de las muchas joyas que aún tiene la UAEM y que corren el peligro de ser destruidas por intereses ajenos a una verdadera vida académica). Es a causa de ello por lo que en realidad se me persigue y se me violenta. Los chivos expiatorios son la construcción de comunidades que se niegan a asumir sus contradicciones –lean al respecto el gran trabajo antropológico de René Girard–. Lo lamento por ti y por la UAEM. Para mí son medallas a la dignidad y a la verdadera excelencia que se mide por el servicio, la lucidez, la sabiduría y la ética, y no por la instrucción utilitaria y el servilismo a intereses ajenos a cualquier estado de derecho y a cualquier verdadero saber. Muchos de ustedes –decía el maestro Frank Zappa; seguro que no lo conoces, búscalo en Google y, si aún les queda algún interés por la Cultura, escúchenlo algún día; fue un magnífico y corrosivo rockero– “confunden el estar arrodillados con el estar empinados”, una posición que no les envidio. 

Desde esa dignidad, que es mi riqueza y que muchos de ustedes parecen no conocer; desde esa dignidad que está por encima de las abyecciones y de la reducción de una universidad a un botín al servicio de poderes que tienen al estado de Morelos y a su universidad devastados, renunció a ella a partir del 1 de junio de 2018.

Me reservo el derecho de hacer esta carta pública en su momento.

Javier Sicilia

4 Comments
  • Jaime Lagunez | May 22, 2018 at 11:00 pm

    Muy bien Javier…bienvenido al club.

  • G. Luis Ramírez A | May 25, 2018 at 5:29 pm

    Oye. Solo tienes un comentario avalado por … ¿quien modera?
    Si eres un comunicador, publica y replica lo que no te parezca.
    Pero filtrar a conveniencia, solo empobrece la comunicación.
    Saludos y éxito en tu guerra personal contra tus contradicciones.

  • ADRIANA GARCIA MARTINEZ | May 30, 2018 at 7:57 pm

    Me parece acertado la carta debido a que a quien va dirigido, no se atreve a dar la cara. Así son la mayoría dice y hacen cosas a su conveniencia y después se esconden y huyen, como borregueros, protegidos por el pastor y un perro o varios, como en un pueblo. Acecinar a personas inocentes, como siempre crímenes políticos, matan al inocente a lo que mas quieres, ojala algún día los papeles de inviertan para que vean lo que se siente. Dice un refrán popular «el que a hierro mata a hierro muere».

  • Hugo Arturo Hurtado Iturbe | Ago 3, 2018 at 3:59 pm

    Puras traiciones, decepciones, desilusiones y persecuciones, Javier. Pareciera que es lo que cosechan los luchadores sociales en nuestro país. Ojalá y los mexicanos no nos hayamos equivocado éste 1 de Julio y pronto veamos el cambio dimanado de nuestro voto.

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