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Pronunciamiento: A dos años de la masacre de la familia LeBarón
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Pronunciamiento: A dos años de la masacre de la familia LeBarón

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4 de noviembre 2021

 

Hoy, dos años después de la masacre de la familia Le Barón, donde fueron asesinadas tres mujeres y seis menores de edad de una manera que hace fracasar el lenguaje, el horror continúa su macabra marcha con la complicidad de los gobiernos.

 

Pese a que las víctimas no hemos dejado de levantar la voz desde hace quince años y de hacer propuestas para construir un política de Estado en favor de la paz, la justicia y la verdad, ni el PAN ni el PRI ni Morena ni ningún partido en el gobierno han hecho nada. Lejos de ello, su política ha sido consentir la violencia y la impunidad.

 

La 4T, que prometió crear una política de Estado basada en la justicia transicional y hasta ahora no ha hecho más que traicionarla en simulaciones, intenta algo peor: normalizar el horror. Tan sólo en los tres años de gobierno de López Obrador,  la 4T ha cobrado más de 90 mil asesinatos, más de 23 mil desapariciones (un promedio de 23 diarias) y más de 600 casos de tortura, según denuncias registradas por la FGR.

 

A esa deuda, porque los crímenes no son deudas de gobierno, sino de Estado, hay que agregar la casi absoluta ausencia de verdad y justicia para los más de 30  mil torturados, los 90 mil desaparecidos, los casi 350 mil asesinados y la infinidad de cuerpos que se apilan en las Semefos del país y en las más de 4 mil fosas clandestinas identificadas en los últimos 15 años.

 

De todo ese horrible universo sólo se cuenta con 43 sentencias condenatorias por tortura, 50 por desaparición y 40 por homicidios cometidos por servidores públicos. Para colmo del horror, las responsabilidades de esos fragmentos de justicia, sólo recaen en algunos autores materiales. Los autores intelectuales, que, en complicidad con grupos y organizaciones delictivas se encuentran dentro de las estructuras del Estado, permanecen impunes y, en la mayoría de los casos, en funciones dentro del mismo Estado.

 

Detrás de los discursos triunfalistas de la 4T en relación con la pacificación, la verdad y la justicia en el país; detrás de la lucha por el poder entre ella y una oposición tan imbécil y cómplice del crimen como lo es Morena; detrás de la banalización del horror en los medios electrónicos que tratan la violencia y la muerte como meros casos de nota roja y los ponen en la misma relación de importancia que las últimas frivolidades del día, lo único que realmente hay es la ausencia de un verdadero Estado de derecho y el infierno.

 

Rehenes de un Estado criminal, que ya no reprime ni genera terror con el ejército, sino con los brazos armados de organizaciones criminales paralelas y enquistadas dentro del propio Estado, las víctimas y el país entero estamos en la indefensión más absoluta.

 

Las transformaciones legítimas, las que pueden llevarnos a transitar de un Estado  criminal a un Estado de derecho y de nuevas relaciones sociales y políticas sólo podrá venir de abajo, de las márgenes, de las resistencias ante el poder político, económico y criminal que se ha vuelto uno. La pregunta, sin embargo, este 4 de noviembre en el que nos ha reunido la memoria de las mujeres, las niñas y los niños mascarados hace dos años en Bavispe, Sonora, es, si esas márgenes, esas resistencias de abajo, son capaces de organizarse en una agenda de mínimos para realizar esas transformaciones.

 

De no hacerlo, los señores del infierno seguirán reinando bajo un montón cada vez mayor de fosas, cadáveres, torturados, niñas y niñas destruidos, y seres que habremos aprendido a normalizar el horror y a hacer del miedo nuestra vida diaria.

 

La dignidad de la nación ya sólo depende de nosotros, de aquellos que sólo tenemos el gusto y la honradez de lo humano.

 

 

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